viernes, 31 de agosto de 2012

#10. Desilusión

[...] Esta caída a la que creo que te diriges es de un tipo muy especial, terrible. Al que cae no se le permite ni oír ni sentir que ha llegado al fondo. Sólo sigue cayendo  y cayendo. Es el tipo de caída destinada a los hombres que en algún momento de su vida buscaron en su entorno algo que éste no podía proporcionarles. O que creyeron que su entorno no podía proporcionárselo. Así que dejaron de buscar. Abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera. [...]



El señor Antolini a Holden Caulfield.
El guardián entre el centeno, J.D. Salinger

martes, 28 de agosto de 2012

# 9. La perfección de lo imperfecto

Nos pasamos la vida quejándonos de tal manera que no podemos ver lo que tenemos. Podría dedicar esta entrada a mil objeciones que hacemos durante nuestro día a día, pero no, lo haré sobre una sola, tan obvia que pareceré frívola al exponerla después de haber empezado de esta manera.

Ah... El amor. Ese sentimiento que todos, de alguna manera u otra, buscamos desesperadamente. Queremos a alguien que nos entienda, nos escuche, nos haga reír, llore con nosotros cuando haga falta, no nos abandone... y si nos ponemos, que nos limpie, nos lave y nos cocine (somos así de vagos, reconozcámoslo) . Sin embargo, muchas veces ya tenemos eso, nuestros padres, otros familiares, amigos... Pero queremos alguien más "especial", nuestra media naranja.

Los científicos han demostrado que el amor es algo así como una obsesión compulsiva hacia una persona, puesto que queremos verla, hablar con ella, saber todo de ella, qué hace, dónde está, y un largo etcétera; por otra parte, también han demostrado que el amor, o mejor dicho, la idea de amor que nosotros tenemos dura solo unos pocos años (y con suerte) y luego intervienen otras hormonas que hacen que nos acostumbremos a estar con una persona determinada. Los psicólogos, así mismo, también han estudiado concienzudamente la cuestión, dando miles de definiciones y tipos de amor que ahora no vienen al caso. Y si nos ponemos menos empíricos, no podemos negar la gran influencia que ha tenido la literatura, el cine y el teatro, además de otras artes, en nuestra concepción del amor; es a este al que me dedicaré.

Desde que somos pequeñas, a las chicas nos meten en la cabeza que necesitamos un príncipe azul, nuestro amor verdadero, ese que si nos diera un beso de amor rompería cualquier hechizo realizado por una bruja malvada.  Según vamos creciendo, puede que dejemos un poco de lado esa búsqueda para entregarnos a los placeres más carnales de la vida, pero en nuestro interior, aún seguimos buscando a ese chico perfecto que nos trate como una princesa, y en busca de esa perfección, podemos quemarnos ciegas.

Claro que es genial que te traten como una princesa, pero es que cualquier hombre que se precie debe tratar a las mujeres (y más concretamente a sus parejas) como princesas; un hombre que por el contrario, trate a una mujer como una basura, aunque sólo sea una  una sola vez, no merece la pena. No hay que pensar que una persona cambiará tanto por otra si es su forma de ser.

Creo que eso es lo único razonable que nos han ensañado en esa idea de amor idílico con la que nos criamos; el resto de cosas suele ser paja. No es necesaria una lista interminable con cualidades que nuestra media naranja debe tener, y menos aún, una lista universal, porque cada persona necesita una concreta, única e irrepetible, que la haga feliz. Esa lista suele reducirse a unas pocas cosas:

- Que te ame y respete como tú eres, sin intentar cambiarte ni doblegarte para hacer de ti una persona artificial que realmente no eres.

- Que esté a tu lado cuando más lo necesites, ya sea para sacarte una sonrisa o para prestarte su hombro.

- Que te tenga entre sus prioridades. Ya no digo la primera, porque igual por circunstancias X no puede ser, pero que no te tenga ahí como plan Z, es decir, en el último lugar.

- Que te demuestre su amor.

- Y sobre todo, que tenga ese "algo" inexplicable que le haga especial cada vez que le mires.

Tal vez parezca que esas 5 razones no son nada, y que son mejores las 100 razones que da determinada revista o persona, pero si te paras a pensarlo, es más importante que un pequeño detalle (y estos suelen ser los más grandes) que el que todos los 14 de febrero te regale cualquier estupidez como miles de personas más en el mundo. Somos únicos, llenos de imperfecciones que nos permiten encajar a la perfección con otra persona, aunque cueste creerlo.